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La exposición ambiental a desechos tóxicos se ha asociado con un aumento de la prevalencia de enfermedades autoinmunes del hígado.
Muchos estudios recientes han documentado la asociación de la exposición al humo del tabaco con la incidencia y la aceleración de la progresión de la enfermedad hepática no asociada a alcoholismo, así como con fibrosis avanzada en este proceso.
Está demostrado el efecto nocivo de los contaminantes del aire sobre las enfermedades cardiovasculares ateroscleróticas. Estos efectos pueden ser mediados a través del estrés oxidativo y la resistencia a la insulina, que a su vez tienen un papel clave en la patogenia de la esteatosis hepática.
Existen varios estudios realizados en ratones. Las partículas de los tubos de escape de coches, son componentes importantes de material particulado atmosférico en las zonas urbanas y generan sustancias altamente oxidantes. Se ha demostrado que la exposición a estas partículas puede aumentar el estrés oxidativo, con agravación concomitante de procesos degenerativo en el hígado de ratones diabéticos obesos. Esta exposición aumenta los niveles de AST y ALT, marcadores de daño hepático y la cantidad de grasa del hígado. Un estudio sugiere que las sustancias oxidantes llegan a los pulmones y oxidan las membranas de las células pulmonares, produciendo peróxidos o citocinas inflamatorias que pueden llegar al hígado Otro estudio muestra como las partículas del ambiente llegan al hígado tras cruzar las membranas de los alveolos pulmonares y pasar a la circulación.
En la especie humana, se ha informado de que los trabajadores no obesos altamente expuestos al cloruro de vinilo pueden desarrollar resistencia a la insulina y esteatohepatitis.
La exposición a los bifenilos policlorados, así como metales pesados, plomo y mercurio en particular, se asocia con una elevación de las enzimas marcadoras de daño hepático en sangre.
Además, un número creciente de estudios sugieren que la contaminación del aire puede agravar los efectos adversos de la obesidad y la resistencia a la insulina. Un estudio realizado en Canadá reveló que la exposición al tráfico a largo plazo (niveles elevados de NO2 en el aire) se asoció con un aumento de casi el 17% en el riesgo de tener diabetes mellitus. Del mismo modo, otros estudios han documentado la asociación entre la exposición a contaminantes del aire con el síndrome metabólico, así como la susceptibilidad a la diabetes mellitus y el agravamiento de sus complicaciones. El efecto es muy superior en los niños.
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